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domingo, 3 de julio de 2016

PEQUEÑO PARÉNTESIS

Aunque ni pequeño paréntesis ni nada, ya que todavía no nos hemos ido de vacaciones, pero no me puedo ir de aquí sin escribir la experiencia del Iftar de ayer. Como diría nuestra amigo Jesulín (creo que fue él), en dos palabras IM-PRESIONANTE. Creo que tengo reservas para los próximos dos meses. Si estáis por Arabia Saudí o algún que otro país árabe, reservad en algún sitio y haced lo del Iftar. Realmente vale la pena, aunque me da a mí que ya tendréis que esperar al año que viene en el próximo Ramadán, porque si queréis este año, ya sólo queda la oportunidad de mañana.

Efectivamente, como había imaginado, esta gente es como si celebraran 30 Nochebuenas, ya que cada una de las noches del mes se reúnen con familiares y/o amigos para ponerse las botas comiendo. Y a continuación paso a contaros nuestra tarde de ayer.

David había preguntado por ahí y le habían recomendado que fuéramos a uno de los hoteles buenos de aquí, tipo Ritz o Four Seasons, ya que dicen que son muy buenos. Aunque había otra recomendación un poco más económica de la que hablaban genial, El Karam Beirut, un restaurante libanés en la calle Taghlia, esa calle de la que ya os he hablado alguna vez y que está repleta de tiendas estupendas y restaurantes muy apañados. Os dejo una foto a la entrada del restaurante.




Al llegar ya se veía que la cosa es diferente a cuando sales un día normal, incluso había señoras con colores de abayas distintos al negro. Una de ellas vestía una color rosa nude, que podría decir que era hasta bonita. Además iban todas arregladísimas, muy maquilladas y con taconazos. El restaurante esta bastante bien, y habían preparado la zona de singles para que pudieran entrar las familias. Ya que normalmente la zona de familias de restaurantes está llena de reservados donde no caben mesas tan grandes. Cada mesa estaba llena de platos con distintos aperitivos típicos de la comida libanesa, humus, humus de berenjena, falafel, ensalada taboulé, samosas, y un montón de cosas más. Además había dátiles y orejones. Como ya os dije, lo típico es romper el ayuno comiendo un dátil. Os dejo foto con nuestra mesa.



Increíble ¿verdad?. Pues si pensáis que eso es todo, nada más lejos de la realidad. Nos sirvieron también una sopa buenísima de pollo y el plato principal, que para David fue un mix grilled y para mí  un plato que consiste en un arroz con pistachos y almendras, muy bien especiado y con trozos de carne, al que le acompañaba un cuenco con yogurt. Y cuando ya estábamos a punto de reventar, nos pusieron delante una bandeja de frutas que parecían sacadas de un cuadro de algún bodegón y pasó un camarero sirviendo dulces con una bandeja, para acompañar el café. Me podrían haber sacado del restaurante en carretilla y la verdad es que lo hubiera agradecido. Ahora entiendo que David quisiera que hubiéramos ayunado.

De todos modos, y como podréis imaginar sobró más de la mitad. Increíble pero cierto, ya que yo soy de esas personas que no puede parar de comer hasta que no queda nada en el plato. Aunque ayer, los musulmanes pudieron conmigo. Ya veremos la próxima vez.

Y ahora sí que sí, me despido por algunos días, y os dejo mientras tanto una foto de una patata que venía en la última bolsa que compramos. Como podéis ver, hasta los tubérculos practican el Ramadán aquí, y se convierten en corazón.












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